Estamos viviendo las penurias de la Nicaragua de los 80 del siglo pasado: inflación,
desabastecimiento, polarización y un ejecutivo omnipotente. Allá Reagan, a la
cabeza del gobierno más estúpido de la historia americana, organizó y financió
un guerra de verdad contra el FSLN, lo que justificó los no pocos dislates en
la conducción económica de ese país centroamericano, muchos de ellos
consecuencia de los consejos de Fidel, eso ogro vanidoso e intervencionista.
A pesar de que nuestra mortandad es superior, no sé de estudios
sobre su incidencia en la desastrosa situación que padecemos. No encuentro
conexión causa-efecto entre el portugués desmembrado en San Martín y el aumento
brutal del precio de la cebolla en plena temporada, por ejemplo. Maduro,
carente de épica, le ha dado por explicar su naufragio con una ristra de
guerras, a cual más estrambótica.
La inflación más alta del mundo no obedece a la política
cambiaria, tal vez porque no existe, sino a la guerra económica desatada por los
acaparadores del año pasado, derrotados en los campos de Daka, y a los
bachaqueros que sucumben a las tácticas de guerra de cuarta generación que
libra Padrino López contra sus infiltrados en la GNB.
La caída de la popularidad de Nicolás no obedece al descontento
que su pésima gestión ocasiona, sino a una guerra mediática internacional orquestada
en los laboratorios de guerra sucia del imperio, a pesar de que Obama no le
manda ni una postal de Pascua. Hay que reconocer que eso de comprar los medios
en vez de cerrarlos, es un aporte en la lucha del totalitarismo contra la
libertad de expresión: a Rayma no la amordazaron, la botaron del trabajo.
La crisis en la salud no obedece a que la corrupción nos dejó sin
un dólar para importar insumos y medicamentos, sino a la guerra psicológica que
creó Einsenhower en la Segunda Guerra Mundial.
Más que una guerra psicológica parece que presenciamos un caos neuronal,
ya que pretende librar batallas judiciales contra Times-Warner, Hachette y
todas las grandes corporaciones de noticias del mundo.
Pareciera que le sobrara tiempo y no hallara en que gastarlo. Si
no supiésemos que saldrá del default externo ahogándonos en miseria, que está
aplicando un paquetazo por gotas para que no se le termine de dividir el saco
de alacranes ese llamado PSUV, que es prisionero o cómplice de los tracaleros
del cambio múltiple o que se sostiene sobre la militarización de la gestión
pública; uno lo encontraría tan divertido como Tartarín de Tarascón, el
personaje de Duadet. Solo que eso es
como encontrar refrescante la brisa que siente en su rostro el que cae por un
barranco.
Aquí lo que hace aguas es el barco del socialismo del siglo XXI,
ese donde embarcaron las esperanzas de
redención social de muchos venezolanos. Ante tanta locura guerrerista,
levantemos las banderas de la paz. Hay un espacio grande para que avancen los destacamentos de la
democracia. Parafraseando a Roque Dalton,
la Unidad es un Atamel del tamaño del sol.
@rricardorios1
1 comentario:
Las locuras que acaban con un país por empenarse en un modelo anacrónico donde la excusa son guerras para no aceptar que perdieron el rumbo de la economia,seguridad salud y hoy los venezolanos quedamos sin calidad de vida!
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