domingo, 11 de enero de 2015

Una carta de mi hijo sobre lo que pasó en París @fractalosir


Padre,

Eran las siete y media de la noche cuando llegué a la plaza de la República por el boulevard Saint Martin que había cerrado la polícia entre la rue Saint Denis y la masiva concentración silenciosa de hombres, mujeres y niños de manos frías y ojos humedecidos que se habían encontrado allí. Siempre me ha gustado la salida por Strasbourg saint denis frente a su puerta homónima. Hay ruido, borrachos - aunque generalmente a las siete y media de la noche pululan los primeros embriagados -, discusiones en turco, árabe, persa, español, inglés, francés; y siempre unas putas de Africa subsahariana que sin mucha insistencia te buscan con la mirada sopesando tu nivel de ingreso y tu falta de intimidad. 

A las siete y media de la noche la calle estaba silenciosa. El carro azul y blanco bloqueaba la vía y los conductores se veían obligados a dar una vuelta que los retrasaría entre diez y veinte minutos pero ninguno reclamó. La línea cuatro del Metro que me llevó desde Saint Germain difundía el hedor de una ciudad que parecía haber cortado con la novia el mismo dia. El camino sobre el pavimento que separaba las dos estaciones de metro estaba igualmente enlutado. Un grito de libertad, al que contestaban "de expresión" rompía la fría serenidad que imponen 5000 personas sollozando en una noche de enero.

La plaza estaba llena, pero se podía circular. He estado en numerosas manifestaciones políticas en mi vida. Consigo identificar grupos rápidamente, ver pancartas, entender las disensiones y los acuerdos que se corean. Esto no era una manifestación política. Recibí la primera invitación al evento a eso de las 3 de la tarde. Estaba almorzando chino con mi amigo Matías a quien no veía desde hacía algunos días. En el autobús en camino al lugar, unas viejas sentadas vociferaban su indignación y su dolor sin reconocerlo. En el fondo escuchaba la gente llamándose para preguntarse si habían visto lo que había sucedido. 

Nunca había vivido una situación como esta. Francia está despechada, silenciosa, triste, pesadumbrosa, resignada. La respuesta fue contundente. Algunas voces esperadas dijeron burradas. Marine Le Pen dijo que había que proponer un referéndum para legalizar la pena de muerte y el presidente de un periódico de derecha "dura" como le dicen ahora, reclamó más protección para sus periodistas; se atacaron algunas mezquitas. Minimizando la estupidez, nunca he presenciado un dia político tan impecable como el que viví ayer. Sarkozy se portó bien, juppé fue impecable, Hollande llegó al lugar del crimen 30 minutos después que empezó el ataque. Hasta los asistentes parlamentarios estuvieron impecables. Algunos comunistas ridículos decían, porque los "quartier populaires" tienen una alta proporción de decendientes magrebinos, que tampoco eran unos héroes los de Charlie Hebdo. Rápidamente Mélenchon salió a decir que los asesinos estaban del lado de la barbarie, y que la barbarie sería vencida. Robert Badinter tuvo su quincuagésima hora de glória pidiendo no le entregaran una victoria política al terror. Ceder a cualquier gana de amalgama tonta que volviera esto un asunto anti-musulmán sería la victoria del horror; de la misma forma que RFA en la alemania democrática logró su objetivo mostrando que, obligada a defenderse, la república se sentía muy cómoda limitando las libertades fundamentales. 

Esa reflexión de Robert Badinter me dejó pensando. Porque más que un problema humano, que lo es, este ataque es una estocada fría al nervio central de la vida democrática francesa. Yo recuerdo que todos los miércoles salía de Sciences Po en Poitiers a comprar Charlie Hebdo en la misma tienda. Recuerdo, lo leía en el camino a casa muerto de la risa mientras me tropezaba contra las irregularidades del pavimento en una de las bajadas más empinadas de la ciduad. Charlie Hebdo me hacía reir por su irreverencia. Pero ayer el día no estaba abierto a la impertinencia. Después de un post en el que decía, retomando el título de uno de los caricaturistas asesinados, que era un malvado falócrata, Paula Vázquez (ella escribe en Tal cual de vez en cuando), me regañó diciendo que no era tiempo de estar riéndose. Allende la persona, reflejó un sentimento muy compartido. Ayer era un dia de tristeza y la tristeza debía ser celebrada con silencio. 

Una de las ventajas de ser hijo tuyo, es que salen, a veces como recuerdos proustianos, comentarios de apreciación políticos que sirven en situaciones de dolor. Recuerdo que viniendo de Brasil te traje un disco de canciones revolucionarias. Escuchando No Pasarán de Mejía Godoy, terminaste diciendo: si, pero no pasaron. La pregunta que hoy me hago es, cómo hacer para que no pasen. Este no es un ejército formal, fue un ataque quirúrgico y mezquino a la identidad- nadie lo va a decir - de lo que era el espíritu de la izquierda francesa de los años 60 y 70. Era una izquierda anti-comunista, anti partidaria, anarquista y empleada; consumista y opuesta al consumo; emancipadora y favorable a que los homosexuales pudieran divorciarse como todo el mundo. La idea misma de Harakiri primero y después de Charlie Hebdo, era hacer humor político sin interesarse tanto por los políticos. Pintaban padres de familia en burdeles recitando pasajes de la biblia; fiestas de navidad que terminaban en orgías... Nadie va a decir que la manifestación del domingo, que va a ser gigantesca, fue convocada por el PS, los verdes, el front de gauche y el partido comunista. Que se le agregaron el centro y el UMP porque hay que dar la cara. 

Y aquí estoy en un estado letárgico, frente a personas que se sienten heridas en algo que consideran fundamental. Las muestras de apoyo han sido inmensas. Google dio 500 000 euros, dibujantes del mundo entero han pintado y opinadores del mundo entero opinado. Cada vez que veo una muestra más de aprecio se me diluye el corazón. Y sin embargo, la única respuesta que se le puede dar al horror me parece a mi, no es la tristeza, es la alegría. El próximo número debería tener caricaturas del califa del estado islámico tirándose peos diciendo yo no fui, debería ser truculenta y terrrible. En respuesta al anterior ataque que sufrió el periódico la portada tenía un mollah besando al director de la revista. Porque ¿cómo hacer para que no pasen? Quitándoles la razón. Ellos querían un país en luto, hay que responderles con un país con fuerza. Querían una prensa con miedo, hay que responderles con una prensa que los busque, los hostigue, los fastidie y que los vuelva locos. Querían eliminar la risa, hay que reirse. Hay que sentarse en las noches de los próximos dos meses a beber hasta caerse comiendo grasa pura de cochino - lo que hubieran hecho estos tipos - contando los chistes más inmundos que se nos puedan ocurrir. 

Intentaron quitarle la alegría a un pueblo, intentaron darle miedo a la prensa, intentaron inyectar duda en las almas confundidas de un país que tiene hambre y ganas de salir del atolladero. La mejor respuesta de la noche la dio un amigo de Charlie Hebdo que se llama Didier Super :"ouais ben du coup, moi j'arrête d'acheter Charlie parce que maintenant ça va être moins bien !". Si hay una cosa que no pienso hacer hoy, es caer en la trampa que nos pusieron un grupo de radicales inflamados. No les voy a dar el placer de dejar de reirme. Que la risa suena mucho más fuerte que las lágrimas. 

Tengo que corregir un artículo.
Besos
Tu hijo.

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