Padre,
Eran las siete y media de la noche cuando llegué a la plaza de la República por el boulevard Saint Martin
que había cerrado la polícia entre la rue Saint Denis y la masiva
concentración silenciosa de hombres, mujeres y niños de manos frías y
ojos humedecidos que se habían encontrado allí. Siempre me ha gustado la
salida por Strasbourg saint denis frente a su puerta homónima. Hay
ruido, borrachos - aunque generalmente a las siete y media de la noche
pululan los primeros embriagados -, discusiones en turco, árabe, persa,
español, inglés, francés; y siempre unas putas de Africa subsahariana
que sin mucha insistencia te buscan con la mirada sopesando tu nivel de
ingreso y tu falta de intimidad.
A las siete y media de la noche la calle estaba silenciosa. El carro
azul y blanco bloqueaba la vía y los conductores se veían obligados a
dar una vuelta que los retrasaría entre diez y veinte minutos pero
ninguno reclamó. La línea cuatro del Metro que me llevó desde Saint
Germain difundía el hedor de una ciudad que parecía haber cortado con la
novia el mismo dia. El camino sobre el pavimento que separaba las dos
estaciones de metro estaba igualmente enlutado. Un grito de libertad, al
que contestaban "de expresión" rompía la fría serenidad que imponen
5000 personas sollozando en una noche de enero.
La plaza estaba
llena, pero se podía circular. He estado en numerosas manifestaciones
políticas en mi vida. Consigo identificar grupos rápidamente, ver
pancartas, entender las disensiones y los acuerdos que se corean. Esto
no era una manifestación política. Recibí la primera invitación al
evento a eso de las 3 de la tarde. Estaba almorzando chino con mi amigo
Matías a quien no veía desde hacía algunos días. En el autobús en camino
al lugar, unas viejas sentadas vociferaban su indignación y su dolor
sin reconocerlo. En el fondo escuchaba la gente llamándose para
preguntarse si habían visto lo que había sucedido.
Nunca había
vivido una situación como esta. Francia está despechada, silenciosa,
triste, pesadumbrosa, resignada. La respuesta fue contundente. Algunas
voces esperadas dijeron burradas. Marine Le Pen dijo que había que
proponer un referéndum para legalizar la pena de muerte y el presidente
de un periódico de derecha "dura" como le dicen ahora, reclamó más
protección para sus periodistas; se atacaron algunas mezquitas.
Minimizando la estupidez, nunca he presenciado un dia político tan
impecable como el que viví ayer. Sarkozy se portó bien, juppé fue
impecable, Hollande llegó al lugar del crimen 30 minutos después que
empezó el ataque. Hasta los asistentes parlamentarios estuvieron
impecables. Algunos comunistas ridículos decían, porque los "quartier
populaires" tienen una alta proporción de decendientes magrebinos, que
tampoco eran unos héroes los de Charlie Hebdo. Rápidamente Mélenchon
salió a decir que los asesinos estaban del lado de la barbarie, y que la
barbarie sería vencida. Robert Badinter tuvo su quincuagésima hora de
glória pidiendo no le entregaran una victoria política al terror. Ceder a
cualquier gana de amalgama tonta que volviera esto un asunto
anti-musulmán sería la victoria del horror; de la misma forma que RFA en
la alemania democrática logró su objetivo mostrando que, obligada a
defenderse, la república se sentía muy cómoda limitando las libertades
fundamentales.
Esa reflexión de Robert Badinter me dejó
pensando. Porque más que un problema humano, que lo es, este ataque es
una estocada fría al nervio central de la vida democrática francesa. Yo
recuerdo que todos los miércoles salía de Sciences Po en Poitiers a
comprar Charlie Hebdo en la misma tienda. Recuerdo, lo leía en el camino
a casa muerto de la risa mientras me tropezaba contra las
irregularidades del pavimento en una de las bajadas más empinadas de la
ciduad. Charlie Hebdo me hacía reir por su irreverencia. Pero ayer el
día no estaba abierto a la impertinencia. Después de un post en el que
decía, retomando el título de uno de los caricaturistas asesinados, que
era un malvado falócrata, Paula Vázquez (ella escribe en Tal cual de vez
en cuando), me regañó diciendo que no era tiempo de estar riéndose.
Allende la persona, reflejó un sentimento muy compartido. Ayer era un
dia de tristeza y la tristeza debía ser celebrada con silencio.
Una de las ventajas de ser hijo tuyo, es que salen, a veces como
recuerdos proustianos, comentarios de apreciación políticos que sirven
en situaciones de dolor. Recuerdo que viniendo de Brasil te traje un
disco de canciones revolucionarias. Escuchando No Pasarán de Mejía
Godoy, terminaste diciendo: si, pero no pasaron. La pregunta que hoy me
hago es, cómo hacer para que no pasen. Este no es un ejército formal,
fue un ataque quirúrgico y mezquino a la identidad- nadie lo va a decir -
de lo que era el espíritu de la izquierda francesa de los años 60 y 70.
Era una izquierda anti-comunista, anti partidaria, anarquista y
empleada; consumista y opuesta al consumo; emancipadora y favorable a
que los homosexuales pudieran divorciarse como todo el mundo. La idea
misma de Harakiri primero y después de Charlie Hebdo, era hacer humor
político sin interesarse tanto por los políticos. Pintaban padres de
familia en burdeles recitando pasajes de la biblia; fiestas de navidad
que terminaban en orgías... Nadie va a decir que la manifestación del
domingo, que va a ser gigantesca, fue convocada por el PS, los verdes,
el front de gauche y el partido comunista. Que se le agregaron el centro
y el UMP porque hay que dar la cara.
Y aquí estoy en un estado
letárgico, frente a personas que se sienten heridas en algo que
consideran fundamental. Las muestras de apoyo han sido inmensas. Google
dio 500 000 euros, dibujantes del mundo entero han pintado y opinadores
del mundo entero opinado. Cada vez que veo una muestra más de aprecio se
me diluye el corazón. Y sin embargo, la única respuesta que se le puede
dar al horror me parece a mi, no es la tristeza, es la alegría. El
próximo número debería tener caricaturas del califa del estado islámico
tirándose peos diciendo yo no fui, debería ser truculenta y terrrible.
En respuesta al anterior ataque que sufrió el periódico la portada tenía
un mollah besando al director de la revista. Porque ¿cómo hacer para
que no pasen? Quitándoles la razón. Ellos querían un país en luto, hay
que responderles con un país con fuerza. Querían una prensa con miedo,
hay que responderles con una prensa que los busque, los hostigue, los
fastidie y que los vuelva locos. Querían eliminar la risa, hay que
reirse. Hay que sentarse en las noches de los próximos dos meses a beber
hasta caerse comiendo grasa pura de cochino - lo que hubieran hecho
estos tipos - contando los chistes más inmundos que se nos puedan
ocurrir.
Intentaron quitarle la alegría a un pueblo, intentaron
darle miedo a la prensa, intentaron inyectar duda en las almas
confundidas de un país que tiene hambre y ganas de salir del atolladero.
La mejor respuesta de la noche la dio un amigo de Charlie Hebdo que se
llama Didier Super :"ouais ben du coup, moi j'arrête d'acheter Charlie
parce que maintenant ça va être moins bien !". Si hay una cosa que no
pienso hacer hoy, es caer en la trampa que nos pusieron un grupo de
radicales inflamados. No les voy a dar el placer de dejar de reirme. Que
la risa suena mucho más fuerte que las lágrimas.
Tengo que corregir un artículo.
Besos
Tu hijo.
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