Tuchi es
un rufián de 19 años a quien estudiar no le molesta, tampoco el deporte o las actividades sociales
de solidaridad. Si no fuese una raya diría que le gusta, pero la idea no es
desprestigiarlo ante sus coetáneos. Tuchi no es hijo único y, como otros de su
familia, ha sabido sacarle provecho a esa resbaladiza relación con los estudios
ganándose becas parciales o totales por aquí y por allá. Luego de superada la
multivaluada función vocacional de la adolescencia, cuando los jóvenes pasan de
cura a bombero y de mototaxista a químico en horas, decidió estudiar ingeniería
eléctrica porque el problema de las energías alternativas rima con su obcecado
ecologismo casi antipetrolero. Leyó lo que tuvo que leer, participó en los concursos
que hacía falta, se ganó un puesto en una buena institución allende nuestras
fronteras y cayó en una de las peores categorías de delincuentes que persigue
el SEBIN: estudiante venezolano en el extranjero.
Desde
hace como dos años sus padres, conozco mucho mejor al papá que a la mamá, se
han visto envueltos en una comedia de equívocos, trampas, chantajes, matracas y
demás componentes cotidianos que conforman el
entorno corrupto de esa vergüenza de la administración pública llamada
CADIVI. Esos padres han aprendido a traducir miradas caprichosas y burlonas en
tarifas, frases higiénicas del tipo “una mano lava la otra y ambas hacen falta”
en “ponme lo mío en el pote”. Tontos sin perdón, los padres de Tuchi no creen
en palancas, ni pagan sobornos, ni contratan gestores, ni les pagan a porteros
para saltarse las colas en la UBV. No, ese par de idiotas hacen sus trámites
por taquilla, se calan sus colas con la debida paciencia y la fe hecha harapos.
En esas colas descubrieron que cosas tan absurdas como hacerles perder 45 días
porque en una embajada no subrayaron claramente el nombre de Tuchi, retrasar
los trámites por el tamaño de las carpetas o responsabilizarlos de los retardos
entre el banco intermediario y los malvados empleados de CADIVI, no era en su
contra. Ellos, que no firmaron la lista de Tascón, vieron que no es una venganza del Big Brother;
que toda esta lista de absurdos burocráticos la han vivido muchos padres cuyos
delincuentes hijos estudian en el extranjero carreras que algún iluminado llamó
prioritarias. Este colectivo juvenil es objeto y sujeto de ese ejercicio cruel
de maldad, robo, corrupción, estupro, prevaricación e ineficacia que los
pomposos economistas tipo José Guerra llaman la desastrosa política cambiaria
del gobierno. Avanza la lenta dictadura (TC 24/09/13), el gobierno inventa
crímenes y sanciones que salen del capricho corrupto de los funcionarios y no
de las leyes, se presumen delitos hasta de quienes cambian su itinerario de
viajes para ahorrase plata. Encubren a sus funcionarios que en misiones
oficiales raspan las tarjetas de medio ministerio. Hablan de guerra económica y les creo, la decretó Maduro contra el
futuro de esos jóvenes, pero la perderá.
@rricardorios1
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