lunes, 15 de septiembre de 2014

La palabra devaluada


Desde pequeño he oído que antaño la palabra empeñada tenía la validez de un contrato y su sello era un apretón de manos. Al escuchar al itinerante ministro Ramírez (itinerante porque lo cambian de cartera ministerial cada dos meses),  anunciar una nueva devaluación disfrazada de nuestra moneda la semana pasada, dicendo que no estaban sino poniendo más caro el Bolivar fofo, ex-fuerte, con respecto al dolar; me vino a la mente el severo discurso que diera Luis Castro Leiva aquel 23 de enero de 1998 en el Congreso Nacional, levantando con orgullo lo inseparable que debe ser el decir del hacer en las bocas de la gente decente. De aquella memorable pieza de defensa total de los valores de la democracia que nos dimos, a esta retahíla de embustes  de Ramírez dichos con la mayor dureza facial posible, hay un mar de ruindades morales que es necesario rechazar. Los venezolanos nos dimos la democracia con muchos sacrificios, es una conquista interna de nuestra gente, es un valor profundo. La democracia es el reino de la palabra empeñada, prolongarse en el ejercicio del poder mintiendo es suicida y genocida. 

Conmemorar la gesta del 23 de enero de 1958 con un discurso que  prentende esconderle a sus seguidores de la clase media que no están devaluando sino castigando a esas tropas de élite de la guerra económica llamados los raspatarjetas, casi todos funcionarios del estado y miembros del PSUV dateados para esquivar los controles en Maiquetía, es un ejemplo palpable de lo que la palabra significa para estos señores: un conjunto de letras organizadas para mentir.

Como siempre, le endilgan a la oposición democrática la responsabilidad del fracaso de un sistema político y económico basado en la improvisación y la sumisión a un ideario caduco cuya sobrevivencia es garantizada por su alta experiencia parasitaria e intervencionista: el castrismo. Los venezolanos estamos agotados de la violencia, el dolor colectivo expresado por el asesinato de los Berry-Spear fue una manifestación de rechazo a la mentira de un gobierno que le dimos el monopolio de la violencia para que nos protegiera y nos mintió. Creemos desesperadamente en el diálogo, cuya único asidero de realidad es la palabra empeñada. Hay demasiados muertos en las calles como para no ponerse de acuerdo, demasiada inflación, demasiada escasez. Todos sabemos que hace falta tomar medidas duras para reorientar este desastre económico y social que estamos viviendo. 

No es jugando a la "compra de tiempo" con embustes como se sale de esta crisis en la que ellos nos metieron en su empeño de querer controlarlo todo, desde las universidades, los periódicos y las telenovelas hasta las conciencias. El diálogo es el camino hacia la paz, por eso afirmo que mentir: devaluar la palabra, es genocida. Anhelamos la paz como la quería Castro Leiva emocionado aquel 23 de enero de 1998: "Quiero la paz, pero no a cualquier precio; mucho menos si el que hay que pagar es el valor de la libertad".


@rricardorios1

Publicado en el Diario Tal Cual en Enero de 2014

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