Desde pequeño he oído que antaño la palabra empeñada tenía la
validez de un contrato y su sello era un apretón de manos. Al escuchar al
itinerante ministro Ramírez (itinerante porque lo cambian de cartera
ministerial cada dos meses), anunciar
una nueva devaluación disfrazada de nuestra moneda la semana pasada, dicendo
que no estaban sino poniendo más caro el Bolivar fofo, ex-fuerte, con respecto
al dolar; me vino a la mente el severo discurso que diera Luis Castro Leiva
aquel 23 de enero de 1998 en el Congreso Nacional, levantando con orgullo lo
inseparable que debe ser el decir del hacer en las bocas de la gente decente.
De aquella memorable pieza de defensa total de los valores de la democracia que
nos dimos, a esta retahíla de embustes
de Ramírez dichos con la mayor dureza facial posible, hay un mar de
ruindades morales que es necesario rechazar. Los venezolanos nos dimos la
democracia con muchos sacrificios, es una conquista interna de nuestra gente,
es un valor profundo. La democracia es el reino de la palabra empeñada,
prolongarse en el ejercicio del poder mintiendo es suicida y genocida.
Conmemorar la gesta del 23 de enero de 1958 con un discurso que prentende esconderle a sus seguidores de la
clase media que no están devaluando sino castigando a esas tropas de élite de
la guerra económica llamados los raspatarjetas, casi todos funcionarios del
estado y miembros del PSUV dateados para esquivar los controles en Maiquetía,
es un ejemplo palpable de lo que la palabra significa para estos señores: un
conjunto de letras organizadas para mentir.
Como siempre, le endilgan a la
oposición democrática la responsabilidad del fracaso de un sistema político y
económico basado en la improvisación y la sumisión a un ideario caduco cuya
sobrevivencia es garantizada por su alta experiencia parasitaria e
intervencionista: el castrismo. Los venezolanos estamos agotados de la
violencia, el dolor colectivo expresado por el asesinato de los Berry-Spear fue
una manifestación de rechazo a la mentira de un gobierno que le dimos el
monopolio de la violencia para que nos protegiera y nos mintió. Creemos
desesperadamente en el diálogo, cuya único asidero de realidad es la palabra
empeñada. Hay demasiados muertos en las calles como para no ponerse de acuerdo,
demasiada inflación, demasiada escasez. Todos sabemos que hace falta tomar
medidas duras para reorientar este desastre económico y social que estamos
viviendo.
No es jugando a la "compra de tiempo" con embustes como se
sale de esta crisis en la que ellos nos metieron en su empeño de querer
controlarlo todo, desde las universidades, los periódicos y las telenovelas
hasta las conciencias. El diálogo es el camino hacia la paz, por eso afirmo que
mentir: devaluar la palabra, es genocida. Anhelamos la paz como la quería
Castro Leiva emocionado aquel 23 de enero de 1998: "Quiero la paz, pero no
a cualquier precio; mucho menos si el que hay que pagar es el valor de la
libertad".
@rricardorios1
Publicado en el Diario Tal Cual en Enero de 2014
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