Esta última quincena parece una novela de Stephen King, cuando las
cosas empeoran es cuando empieza lo malo del cuento.
Maduro anunció una cayapa de leyes, vía habilitante, todas
dirigidas a controlar a los empresarios y sacarle plata del bolsillo a uno. Solo
una orientada a lo que motivó a solicitud de la ley habilitante: la lucha
contra la corrupción.
Tuvimos un congreso de obreros que no pidió ni una sola
reivindicación social, recibió regaños destemplados y vulgares, se limitó a
proponer el incremento de la gasolina, sin ninguna medida compensatoria, y
logró meter un delegado en la comisión anticorrupción que creó el presidente,
integrada por tres generales y un líder obrero, si así hay que llamarlo. Siguiendo con la política de hablar de todo
sin parar, al día siguiente fundó la Federación de Estudiantes de Educación
Media, que junto con los CLP dan la impresión de que la Bandera Roja donde militó Diosdado se adueñó del
imaginario chavista, imponiendo sus siglas más preciadas.
Mientras tanto, el país sigue su curso rumbo al despeñadero sin
destino cierto que dibuja la economía. El canciller, en un arrebato inusual de
realismo, dice que el petróleo a menos de $100 nos hace la vida muy difícil, se
va a la OPEP y regresa con $ 4.5 por barril menos que el día que inició sus
periplo diplomático. Como petrolero fue un mal político y como canciller es un
pésimo petrolero. El petróleo cae, cae, cae como el papalote de Silvio
Rodríguez.
Todos los economistas que han leído algo sobre Venezuela
recomiendan al unísono que hay que ir hacia la unificación cambiaria, pero
Marcos Torres se divierte haciendo juegos de guerra con los SICAD y el Cencoex
frente a la más alta tasa de incrementos
del dólar que usa la población para resolverse.
Ese dólar rompe diariamente barreras que dibujaban situaciones
insostenibles y en Finanzas no mueven un dedo para impedirlo. Si no fuese tan
dañino, uno pensaría que hay gente beneficiándose de este terror cambiario.
Debería llamarles la atención esa unanimidad entre los economistas, única en
nuestra historia.
La cesta básica pasó los tres salarios mínimos y hay
hiperinflación en los alimentos. Sin sorpresas, vuelve la escasez en rubros que
ya habían estabilizado y se agudiza en otros. El guiso para las hallacas se ha
vuelto un drama nacional, algo harán las muy creativas madres para mantener su
fama de mejores hacedoras de hallacas.
La respuesta gubernamental
es igual: persecución a los diputados de oposición, repartos corruptos del
presupuesto en proyectos sin control para un fulano poder popular, derroches
estrambóticos como la importación de Barbies y Suena Caracas. Mientras tanto,
Maduro hará una cadena sobre los riesgos de la obesidad en los niños
venezolanos. Así es que él cree que se gobierna.
Obviar la trilogía del mal como quien vende el sofá de las
infidelidades es otro paso hacia el desastre. Un gobierno de salvación nacional
adquiere características urgentes.
@rricardorios1
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