Yo soy caraqueño.
Salvo algunas esporádicas acciones colectivas de varios vecinos que metían la
muchachera en una las la casitas de los Caracas, todas mis vacaciones
infantiles y juveniles las pasé en Caracas. Los Bloques de San Martín fueron mi
juguete más grande, junto con unos tubos enormes que luego fueron el esqueleto de las bases del
distribuidor La Araña. Más allá de la parroquia San Juan, que incluía El
Paraiso, quedaba el extranjero. Participé en
peligrosas incursiones a la orilla del Guaire, antes de su canalización,
para cortar las veradas de caña amarga insustituibles en la elaboración de los
papagayos, peligrosas porque la posibilidad de que aparecieran pandillas
rivales, tan ultraterritorialistas como nosotros, era muy alta.
Mi formación
escolar la hice en la educación pública. La primaria en el Grupo Escolar
Agustín Zamora Quintana, centro cultural de los Bloques, donde fui recluido
desde el kinder hasta sexto grado, con la temible directora la Señorita
Palacios al frente, especie de Lady Macbeth del Guarataro dada su fruición por
tener limpias sus manos y todo cuanto le rodeaba. Allí conocí a Aquiles Nazoa,
admirado a pesar de ser de El Guarataro, barrio enemigo. La secundaria la hice
en la casona del viejo liceo Luis Razetti y en la nueva sede, hoy bastante
feíta. El deporte era el elemento integrador y nuestros campeones del barrio
eran algo así como los dioses del olimpo. También los jóvenes comunistas que se
enfrentaban al la policía, dioses clandestinos por todos conocidos.
Antes de la misión
vivienda que perpetró CAP I, cambiando
pequeños edificios y hermosas casas por
horrendas moles de cemento sin ninguna gracia ni concierto, uno se
escondía en las luces del atardecer que se colaba por debajo de los puentes
y cubrían de naranja y magenta toda la
avenida San Martín, De noche bajaba la neblina de El Junquito, mito urbano que
se lo comió el tráfico y el gentío. Esa avenida
sigue siendo un crisol de culturas y de gentes de todas partes del
mundo. Yo estudiaba geografía hablando con los vecinos, Craocia o Treblinka
llegaron a mi vida de la boca de los imigrantes, así como China, España,
Portugal, Italia, USA, Grecia y ese complejo conglomerado llamado los turcos.
También supe de gochos, maracuchos, llaneros, orientales y de latinoamericanos
y trinitarios, todos atraídos por esta maravilla de ciudad. Más allá de los
daños que ocasionaba el Guaire en la Maternidad Concepción Palacios al
desbordarse, pocas cosas eran tan hermosas como la policromía que se formaba al
amanecer sobre los terrenos de la actual autopista, sembradíos entonces,
inundados por las lluvias de octubre. Toda esa Caracas que tanto amó el loco
Bermudez o Andrés Cisneros, que tuvo como presidente del Consejo Municipal al
director de la Maternidad Dr. Domiguez Cisco está ahí, muchas veces oculta en
montañas de basuras, crímenes, abusos y años de corrupción, desidia, sectarismo
y de desprecio oficial.
Ismael me dijo que
contara con él para rescatarla, recuperarla y devolvérsela a los ciudadanos.
Viva Caracas la bella.
@rricardorios1
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