La pretensión de Guyana debe ser
rechazada unánimemente por los venezolanos y así presentarnos ante el mundo.
Hasta Maduro tuvo que estar de acuerdo con esto, más allá de las presiones de
“sus amigos” chinos, rusos y cubanos.
Si algo ha sido constante en la
política internacional venezolana, desde 1899 hasta ayer, es el rechazo al Laudo Arbitral de París que nos despojó del
territorio al oeste del río Esequibo; con sus altas, como la firme y osada
política nacionalista del gobierno de Raúl Leoni, y sus bajas, como el discurso
dispendioso del anterior presidente en 2004 en Georgetown
o el consulado que abrió Marcos Pérez Jiménez en esa región venezolana. El
protocolo de Puerto España es como intermedio: ni alto ni bajo; pero, no hay
nadie en Venezuela que no considere que esa región sea territorio venezolano.
David Granger, presidente de
Guyana, en un supuesto ejercicio de
soberanía con jaquetonería y desvaríos guerreristas, le dio carta blanca a un
grupo de empresas petroleras gringas, chinas y rusas para realizar exploración,
prospección y posterior explotación en la plataforma marítima venezolana. Las
provocaciones guyanesas, junto al
inexplicable silencio y omisión del gobierno venezolano honrosamente
interrumpidos por nuestra armada al detener a un barco ruso hace un par de
años, nos trajo a esta tensa circunstancia que obligó al gobierno a
pronunciarse, luego del fracaso en la última reunión del Caricom, donde todos
los gobiernos que financiamos a través de Petrocaribe nos dieron la espalda y
apoyaron al señor Granger.
En una lamentable alocución en la
AN, Maduro hizo un llamado a la unidad nacional para la defensa de nuestro
territorio. Perdió todo boato saboteando
la solemnidad que por respeto al país debió guardar, cediendo a la tentación de
convertir la varias veces pospuesta respuesta a Guyana en un circo de gritos,
pitas y tratos chapuceros que le quitaron contundencia al muy bien documentado
discurso. Torpe hasta el hastío, no supo controlar las ganas de sacar provecho
electoral en la jugada.
No todo fue malo ya que retomó el
camino abandonado durante sus 6 años como Canciller. Le pidió a la ONU el
nombramiento de un funcionario de Buenos Oficios, ratificó que la política
internacional de Venezuela es la paz y el respeto al derecho internacional,
recordó la tradición libertaria de nuestra doctrina militar y le recordó al
señor Granger que “habemus chopus”.
Los acuerdos salen cuando las
diferencias se conjugan en tiempo de concesiones. La cosa es demasiado seria
para que se la coma el oportunismo electorero. Debe haber un acuerdo unánime en
la AN, que Maduro controle su
desesperación por su muy merecida baja popularidad y actúe, aunque sea una vez,
como el presidente de la nación y no como un pendenciero. Guyana no son Las
Malvinas, nadie olvida la escasez, los asesinatos, la corrupción o el cerco a
las universidades por reclamar nuestros derechos. Por una vez mostremos
capacidad para dialogar y armar un consenso, quien quita que le agarremos el
gustico.
@rricardorios1
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