La alternativa democrática liderada
por la MUD arrancó las parlamentarias con el viento soplando por la popa, sobre todo por el holístico desastre gubernamental
de Nicolás Maduro. No hay encuesta donde aparezca medianamente bien el
gobierno, ni siquiera cuando Hinterlace hace sus preguntas con una mezcla de
amenaza y promesa electoral.
La MUD, un pacto dinámico entre 29 partidos, es una opción con debilidades que el bando oficial conoce y
explota a plenitud, siendo la principal el bloqueo mediático que oculta
pronunciamientos y acciones, lo que alimenta el perverso apelativo de MUDA que
usan sus detractores en el propio campo opositor. Otro grave problema es el
sistemático cerco económico que impone competir siempre en condiciones dramáticas.
Obligada a funcionar por consensos, eso
le imprime un ritmo lento a su accionar
y la obliga a vivir en medio de equilibrios muchas veces precarios. Es a sabiendas de estas debilidades que el
PSUV, a través del CNE y otros organismos del estado, le lanza sus torpedos
políticos: la “exhortación” sobre la proporcionalidad por género, el ocultamiento de la fecha, la
ubicación de tarjetas para promover votos nulos, campañas para desestimular la
participación, etc. Todo esto sin considerar los autogoles de grupos
disolventes preñados de fantasías sobre fraudes estrambóticos.
Sobre semejante e incompleta
lista de adversidades, la frágil alianza opositora se yergue hoy, y ojalá hasta
diciembre, como una alternativa
victoriosa con una plantilla de candidatos, electos o seleccionados por
consenso, que ha sido recibida con mucha comprensión por su base electoral;
pero, como el mecanismo del decisión en
la MUD exige tener partidos fuertes para
lograr espacios, se alborota la tentación sectaria, siendo necesidad de contarse
un demonio a dominar. Si algún partido insiste en ir con su tarjeta propia,
desencadenando una suicida reacción en cadena, las posibilidades actuales de
victoria se evaporarán.
En frente, el PSUV mostró en sus
primarias que es un adversario corrupto , dispuesto a arruinar el futuro de
varias generaciones endeudando al país para financiar su campaña. Usaron con descaro al CNE como un apéndice
administrativo que autorizaba prórrogas con los argumentos falsarios del
partido. Necesitaron más del doble del tiempo de prórroga aprobado para las
presidenciales del 2014, en un proceso marcado por la soledad durante todo el
día. Esas primarias tienen manchas de todo tipo, hubo mucho de farsa porque
todos los que el poder quería que quedaran resultaron electos: ni una sorpresa.
Hay muchas más críticas, pero sin duda alguna fue un proceso potenciador para
un alicaído oficialismo aplastado por la crisis, que entra así con entusiasmo a
la contienda.
No es muy complicado ver que
nadie se fortalece perdiendo, que hay que retomar el impulso logrado con la Unidad
y que la tarjeta única es una respuesta poderosa a esta
transitoria alegría oficial. La sensatez tiene la palabra.
@rricardorios1
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